martes, 27 de julio de 2010

QUE LA BONANZA MINERA SEA BONANZA PARA TODOS

La minería está de moda. El oro, el petroleo, el carbón, el niquel, el coltán y otros están recibiendo grandes sumas de dinero de inversionistas extranjeros y nacionales. Crece la inversión extranjera, crece el PIB, crecen las exportaciones, crecen las utilidades empresariales, crecen las regalías, crece el empleo.
Pero aunque parece una situación ideal, en realidad no lo es para todos, veamos:

En el caso de las exportaciones la realidad es que los beneficios de las mismas son recibidos por empresas extranjeras que son las productoras, posterior a la exportación del producto, se exporta el capital generado por las jugosas utilidades que son enviadas a las casas matrices de las empresas multinacionales que extraen el recurso.

En el caso del empleo, no hay tal crecimiento. La minería es el sector menos intensivo en generación de empleo. Poca mano de obra se requiere para explotar las minas de oro, de carbón, de caliza, los yacimientos de petroleo y otros. El impacto de la minería sobre el empleo es mínimo.

En el caso de las utilidades empresariales, es verdad que crecen, y mucho, pero como ya se dijo, no se quedan en el país, esas gruesas sumas serán giradas a New York, Londres, Montreal y otros destinos financieros internacionales.

En el caso de las regalías, sí es cierto que aumentan, y las regiones que las reciben obtendrán grandes beneficios económicos. El problema es que ya es conocido el mal manejo de los recursos provenientes de las regalías que han hecho los gobernantes de municipios y departamentos. Esa platica, que ha sido mucha, se ha perdido casi toda. Este aspecto de nuestra finanzas públicas, necesita profundas reformas que garanticen que los pueblos reciban los beneficios que esas grandes sumas deberían proporcionar.

Otra reforma necesaria para que la bonanza minera le deje algo bueno al país, es la de los tributos que esas extracciones de nuestros recursos naturales pueden generar. Es un imperativo gravar la extracción y exportación de minerales de tal manera que el estado colombiano reciba ingresos suficientes que justifiquen la pérdida de ese recurso natural que sale del país. No pueden ser los impuestos normales que paga cualquier actividad productiva de los sectores industrial o comercial. El hecho de que grandes empresas extraigan y exporten del país recursos valiosos que no son renovables y que les generan enormes ganancias, debe necesariamente y en forma paralela generar también ingresos equivalentes para el estado colombiano. Esperemos que el nuevo gobierno proponga esa reforma para que así todos los colombianos recibamos los beneficios derivados de la explotación de nuestros recursos naturales.

AUMENTO DE DESIGUALDAD EN LA ERA URIBE

Aumento de la desigualdad en la era Uribe

A la hora de los balances y las evaluaciones de un gobierno, es usual que cada uno hable de la fiesta según le fue en ella. Por eso no son de extrañar las múltiples manifestaciones de agradecimiento de empresarios y gremios para el presidente Uribe. Homenajes con emotivos discursos, condecoraciones y costosos avisos de página entera en los periódicos, son algunas de las formas de expresar el reconocimiento de estos grupos sociales por lo bien que les fue en estos 8 años.

Porque es evidente que en la gran mayoría de los sectores productivos el tamaño de los negocios y las utilidades de las empresas tuvieron significativos crecimientos. Para no citar sino unos ejemplos, desde el 2001 los precios de las acciones en la Bolsa de Valores han subido más de 1.200 por ciento, es decir, la riqueza de los afortunados propietarios de acciones se multiplicó por 12 en este periodo. O las utilidades del sistema financiero que se multiplicaron por 7 al pasar de $632.000 millones en el 2002 a $4.4 billones en el 2009.

En parte, estos buenos resultados se explican por el buen comportamiento de la economía que registró durante los gobiernos de Uribe un crecimiento promedio anual superior al 4%. Se podría discutir qué tanto de este crecimiento se debió a la gran bonanza de la economía internacional, o si con unas políticas diferentes se hubiera podido aprovechar mejor esta bonanza y crecer más, pero el hecho es que en este período el crecimiento del PIB estuvo ligeramente por encima del promedio de las décadas anteriores.

Pero no fue sólo el crecimiento del PIB lo que generó las grandes utilidades del sector empresarial, sino también las políticas de la confianza inversionista que propiciaron una redistribución de la riqueza y el ingreso a favor de las empresas en detrimento de los trabajadores. En otras palabras, durante la era Uribe los frutos del crecimiento no se repartieron de manera equitativa, sino que a unos pocos les tocó mucho y a muchos les tocó muy poco. En contraste con las utilidades, el salario mínimo sólo creció 6 por ciento.

Informes internacionales como uno de Unicef, publicado en marzo pasado, o el más reciente del Pnud sobre la desigualdad en América Latina, coinciden en señalar que Colombia es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo, y en donde no hubo mejoría en la última década. Las cifras oficiales del Dane proporcionan la prueba más contundente de que el 'corazón grande' de Uribe fue para unos pocos, es decir, que en estos años tuvimos un modelo de desarrollo regresivo y pro ricos que empeoró la distribución del ingreso y la riqueza, por medidas como la reforma laboral del 2002, que recortó los salarios de los trabajadores, o las inútiles gabelas y subsidios tributarios a las empresas.

El Dane calcula la distribución del PIB entre asalariados, dueños de las empresas (excedente bruto de explotación) y trabajadores por cuenta propia (ingreso mixto). Entre el 2002 y el 2007, la participación de las utilidades de las empresas en el PIB pasó del 28,9 al 33,7 por ciento, un incremento de casi 5 puntos porcentuales que, por supuesto, se dio a costa de una disminución idéntica de la participación de los asalariados y los de cuenta propia.

Cinco puntos del PIB son mucho dinero, unos US$14.000 millones anuales, que ya no llegan a los bolsillos de los trabajadores, sino que son más utilidades para las empresas.


No conozco el caso de otro país que en tan poco tiempo haya tenido un incremento tan grande de la participación de las utilidades empresariales en el ingreso nacional. El aumento de la brecha social es otro legado de la era Uribe que tendrá que cambiar el nuevo Gobierno.


Mauricio Cabrera Galvis, Portafolio julio 27 de 2010